Irrelephant

Irrelephant

In bloom



El viento es frío, cambiante, y cuando le llega la inspiración, en sus rachas es capaz de arrasar todo lo que encuentre a su paso. A veces sopla fuerte, con una fuerza increíble, imparable, devastadora. A menudo no sopla, calma rasa, quieto, que no levanta ni un diente de león. Y su inumerable escala de ánimo, desde la fresca brisa de primavera (sin alérgenos) hasta el ardiente bochorno.


Capaz tanto de llevarse todos los problemas con él, como de ir recolectando neuropatías en todos los pueblos colindantes y llevarlas en los bolsillos. Por el mismo motivo, cuando no hace viento quieres que sople, y cuando sopla muy fuerte rezas para que deje de soplar. Porque cuando no está se le echa de menos y cuando desborda, no sabes hacia dónde correr. Y mola estar despeinado por su culpa.



El fuego es inquieto y salvaje, destructivo, y consume lentamente todo lo que posee. Destruye, destroza, rompe y reduce a cenizas. Pero también calienta, después de un duro día de viento, ilumina y abre camino.

El fuego es siervo de la chispa, del enfado, de la ira y la furia contenida durante años, recluido a la fuerza que al ver una cerilla se arroja ella sin pensar. Pero un chaparrón... y ppsshhhhh....





Aire y fuego son una lucha constante por sobrevivir, por la supremacía, por no acabar consumido por el otro.
Pero el viento no se da cuenta de que es él, el que alimenta el fuego.

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